¡Obedeced, pero pensad!

Lo inesperado y brutal de la pandemia ha llevado a gobiernos e instituciones a adoptar toda una serie de medidas, aparentemente dictadas por los expertos sanitarios, pero ejecutadas por estados y gobiernos, en tiempos muy cortos, y, generalmente, con carácter drástico. Aun con diferencias en su configuración y tipo de ejecución (diferencias muy acusadas entre países y zonas), todas contienen, más allá de su sustrato “científico”, una fuerte carga política, no ajena a las tradiciones sociopolíticas de cada sociedad.

De forma muy generalizada, el reto planteado por la pandemia ha sido contestado con declaraciones de guerra –contra el virus…-, con estados de excepción, con medidas autoritarias de limitación drástica de las libertades individuales y colectivas; para decirlo claramente, restringiendo el ejercicio democrático de la política, en su sentido más amplio.

Supongo que las cosas se podrían haber hecho de otro modo, pero como no sé cuál, y ante la inminencia de la amenaza, he obedecido a las autoridades competentes, como otros muchos millones de ciudadanos. Se nos dice que hemos sido un ejemplo de responsabilidad cívica. Pero el espectáculo de toda la población confinada, a la espera  de instrucciones de la autoridad superior, me ha producido escalofríos. Por eso, ahora que nos dicen que “regresamos” a no sé dónde, creo que tenemos de reflexionar y deliberar.

El consejo de Kant toma en estos tiempos una dramática actualidad: «¡Obedeced, pero pensad, mantened la libertad de pensamiento!». Construir la ciudad que queremos habitar, hacer nuestro proyecto de ciudadanía, de polis, exige el pleno ejercicio de la democracia, del debate, del contraste de proyectos de futuro y de reconstrucción de ilusiones. Estamos ya en y ante una realidad dura, desafiante; no hay que esperar a mañana, ya hoy se está haciendo tarde…

Pero es hora de que los ciudadanos tomemos en nuestras manos la ingente tarea de (re)construcción que tenemos por delante, y la tomemos como históricamente hemos hecho en nuestro País: Cooperando democráticamente, incluyendo, sumando voluntades. Ni podemos ni debemos esperar que sólo desde lo Público se vaya a orientar la situación, no digamos ya desde lo Privado. En feliz expresión de Mintzberg, necesitamos construir desde lo Plural, desde lo Común; y, afortunadamente, este enfoque no es nada ajeno a la tradición de nuestro País.

Creo que la actuación de nuestro Gobierno en estos meses está siendo sensata, prudente pero firme, y con un grado de responsabilidad estatal digno de elogio. Pero ahora necesitamos movimientos de convergencia que, desde las fuerzas políticas, sociales, institucionales, culturales… confluyan en la generación de múltiples iniciativas, desde lo más local a lo más general, que configuren una estructura sólida y dinámica de la ciudad que queramos habitar colectivamente y que sea resistente ante las nuevas amenazas que vendrán.

Y este movimiento, esta construcción colectiva, participada y solidaria, no admite liderazgos mesiánicos, “salvadores”, ni expertos dirigiendo el mundo,  sino que exige construcciones inequívocamente democráticas, en las que todos y todas tengamos cabida y voz, más allá de nuestra clase, procedencia, edad, género, ocupación, raza, y un largo etcétera…

Vamos, pues, a ello, que ya es hora, que se nos hace tarde… ¡¡¡y volveremos a abrazarnos!!!

Argitaratua

Revista Estrategia Empresarial nº 602-mayo 2020

Utzi iruzkina