Tenemos que ser capaces de alumbrar otras posibilidades, otras que el paro o la precariedad. Esas como dice Sabin Azua en este artículo, que amablemente nos cede para su publicación en este blog, no son nuestra elección
Estando en casa viendo el programa de Jordi Evole en la Sexta sobre la situación económica que se vive en e Estado Español contemplada desde Alemania, llamó mi atención la conclusión final que se presentaba al telespectador: solamente podemos movernos entre el paro y la precariedad. Me molestó sobremanera la adopción de una mirada resignada y pesimista sobre el mundo en que nos toca vivir.
Desde mi punta de vista nos enfrentamos a una conclusión errónea y peligrosa. La traslación práctica de este planteamiento podemos verla en la falta de visión estratégica de muchos dirigentes, en la excesiva focalización de esfuerzos en reducir estructuras, inversiones y proyectos de futuro, en la calidad de vida de las personas con especial incidencia en situaciones de desempleo y marginalidad, etc., lo que nos lleva a la inoperatividad. A nadie escapa que la capacidad de movilizar la economía para generar empleo es más escasa hoy que en épocas recientes, pero no es posible caer en la frustración y el fatalismo.
Desgraciadamente este estado de ánimo está impregnando las decisiones políticas, empresariales y sociales, generando una dificultad añadida en la remontada de la crisis. Nos estamos instalando en una dinámica de frustración y desánimo que impide, tanto una visión pragmática de la situación, como una orientación de nuevas medidas y mecanismos de salida de la crisis generando mecanismos de competitividad futura.
Hoy más que nunca necesitamos refrendar nuestra apuesta por la generación de riqueza, la solidaridad, la instrumentalización de mecanismos de desarrollo futuro, por el reparto equitativo de las rentas. Solamente con el esfuerzo compartido y la generosidad de nuestras actuaciones podremos sortear los vericuetos de la situación económica.
La actuación colectiva sobre la crisis no puede estar sustentada en la aplicación permanente de una “política de recortes a ultranza”, ni en la limitación de inversiones que generen parálisis económica y desmotiven la generación de riqueza, ni en la absoluta subordinación a recetas económicas de organismos carentes de “alma y sensibilidad social” que han errado sistemáticamente en sus análisis y recomendaciones.
Está demostrado que en estos tiempos difíciles, la apuesta por hacer una gestión dual (preparación del futuro, gestionando el presente) frente al cortoplacismo de la política centrada en el recorte, la huida de una política centrada exclusivamente en la austeridad combinando la adecuación del gasto con la inversión de futuro, el compromiso con los colectivos más desfavorecidos de la sociedad, el mantenimiento del esfuerzo inversor en conocimiento e innovación, la internacionalización de nuestras organizaciones, el desarrollo de la organización centrada en las personas como eje movilizador, etc., son elementos que deben llevarnos a salir reforzados de esta etapa negra.
Es momento de revisar algunos de los dogmas que se han ido instalando en épocas de bonanza económica en nuestra Sociedad: el crecimiento a ultranza, el consumismo frente a la felicidad, una pérdida de la cultura del ahorro, el individualismo frente a la preminencia de la comunidad, la cultura del esfuerzo y el compromiso intergeneracional.
En el ámbito de la empresa debemos ser capaces de estimular la exploración sistemática del futuro, la apertura internacional, la incorporación de valor a nuestras operaciones, la articulación de mecanismos de participación y solidaridad con las personas de la organización, la cooperación y el refuerzo de nuestra apuesta de desarrollo permanente. Es momento de pasión, de compromiso y de apuesta, como dijera Lula da Silva “hoy más que nunca es tiempo para poner a las personas en el centro de nuestras decisiones, si lo hacemos, encontraremos el camino más adecuado”.