Paisaje después de la batalla

Un día sí y otro también los noticiarios nos trasladan las declaraciones de políticos, hombres de negocios y “expertos” anunciando que “lo peor ha pasado” y que empiezan a darse signos de que el cambio de ciclo tiende a estabilizarse. Las recibimos con alegría, como a Mr. Marshall. Pero ¿qué vemos si miramos a nuestro alrededor y a la historia de esta crisis? El paisaje después de la batalla.

Porque lo que nos encontramos es una sociedad depauperada, con unos servicios sociales meramente asistenciales, con la educación, la sanidad, la investigación, la cultura, etc. “ajustadas”, con el trabajo seriamente “tocado”, con las desigualdades creciendo exponencialmente, con tasas de paro y pobreza insoportables… Bueno, lo que todos vemos y sabemos, aunque no nos atrevamos a penetrarlo.

¿Qué es lo que se está recuperando, cuando no profundizando? El viaje al pasado, el reforzamiento de los poderes financieros “rescatados” a través de la pauperización de la sociedad, los desequilibrios más acentuados entre los países del norte y del sur de Europa, el dominio de los eufemísticamente llamados “mercados” sobre las poblaciones, sobre el ejercicio de la democracia. Todo ello no hace sino augurar, como la historia nos enseña repetidamente, que las condiciones de reproducción de la crisis se están gestando de nuevo.

Tampoco en Euskadi nos estamos librando de esta ceguera. Me produce cierto aburrimiento ver a nuestras instituciones invocando mantras para superar la crisis económica como la internacionali-zación, el crecimiento, la fusión de empresas, la participación de los trabajadores (en la propiedad de las empresas, sobre todo), la innovación, el emprendimiento… ¡los mismos que hace 15 años! ¿No ha pasado nada desde entonces?

El problema, que tenemos “velado”, es que esta crisis no es sólo, ni principalmente, económica; es una crisis política, de ejercicio del dominio. Como Warren Buffett, un hombre de negocios sin duda inteligente, decía sin ambages (cito de memoria): “Esta es una guerra de clases y nosotros la hemos ganado”. [Las recientes elecciones al Parlamento europeo parecen corroborarlo a raíz de los “terremotos” políticos que se perfilan en el horizonte.] Por tanto, sostengo que la superación de la crisis debe ser objeto esencialmente de un ejercicio de la política entendida en su mejor sentido: como construcción colectiva, democrática, de la polis.

Y en Euskadi tenemos los mimbres para esta construcción: Nuestro tejido industrial, una población bien preparada, una potente red tecnológica, una larga tradición de solidaridad y cooperación, una sociedad relativamente igualitaria, y una historia secular de democracia, de gobierno por el pueblo. ¿Por qué no activamos socialmente todas estas potencias?

A principios de este año, en esta misma columna, decía: “Necesitamos repensar con urgencia nuestro modelo industrial, y más allá, nuestro modelo social, nuestro modelo de País. Porque las soluciones no nos van a venir de quienes han provocado esta crisis, tienen que surgir de una alianza sociopolítica capaz de acometer vías imaginativas de teoría y praxis, que trasciendan la pobreza y caducidad de los actuales conceptos que rigen nuestras formas de gestión y, por supuesto, nuestras formas de hacer política. Y necesitamos recuperar el trabajo y su significado creador y liberador, pasando por encima de discursos, públicos o privados, ya periclitados y cuyo fracaso está servido.” Como apenas hemos avanzado en este camino, tengo que volver a decirlo, aunque con carácter cada vez más apremiante: La depresión, la pobreza, el paro, la pérdida del hogar, la pérdida de la dignidad, no entienden de esperas ni de “cada cosa a su tiempo”. Es la hora.

Argitaratua

Artículo de Alfonso Vázquez publicado en la Revista Estrategia Empresarial nº 475, de 1-15 septiembre de 2014

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